Hay un dolor
que vuelve. Que agarra. Que impide.
No es de esos dolores mudos
que saben a pepino
y se endulzan por consuelo.
Este dolor grita, escupe
y se resbala entre las piernas.
No sé si tobogán.
Bajar. Bajarme.
Desparramar dolor
en unas bragas
con escudo de celulosa.
Y la trinchera de este lado.
Sangrando.
Abultada.
Como intentando preservar
a unos hijos
que se han quedado a medias.
La normalidad no duele.
Dicen.
0 comentarios